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jueves, 5 de mayo de 2011

Madre, sexualidad y muerte

El Cisne Negro 
(Black Swan, Estados Unidos/2010. Dirección: Darren Aronofsky. Con Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Winona Ryder y Barbara Hershey)

Sola con mamá, toda la vida, sin nadie que separe, que genere un espacio, respirando el mismo aire que asfixia…y la danza “perfecta”, como salida posible, aun al precio del derrumbe.

Todos conocemos la historia, una chica virginal, pura y dulce, atrapada en el cuerpo de un cisne. Ella desea la libertad y solo el verdadero amor puede romper el hechizo. Su deseo es casi concedido por un príncipe, pero antes de que él pueda declararle su amor, la gemela lujuriosa, el cisne negro, lo engaña y lo seduce. Devastada, el cisne blanco se tira de un acantilado, se suicida y en la muerte, halla la libertad”, así relata el argumento de “El Lago de los Cisnes” el director de la compañía de ballet Thomas Leroy mientras selecciona a las bailarinas aspirantes al papel principal, aquel que reúne la inocencia del cisne blanco y su cara más oscura, el cisne negro.
Nina,  dedicada por entero a la danza,  está entonces frente a la oportunidad de su vida. Obtener ese papel hace la diferencia con su madre, quien debió dejar la carrera de bailarina para cuidar de ella, sin alcanzar nunca un protagónico. Una madre que hizo de su hija todo, permitiéndose todo, entrometiéndose en todo, haciendo de su palabra la única ley. Así, Nina, quien busca y obtiene el papel principal, frágil e infantil, asexuada, un cisne blanco para su madre, la bailarina de la cajita de música, no encuentra el camino para interpretar el cisne negro que le pide Thomas, el único hombre en su vida, quien la seduce y exige ser seducido, como medio para que la muchacha se encuentre con esa otra mujer que la habita y que no puede reconocer, en ningún espejo de todos los que la rodean. La perfección excluye la vida, y frente a la intrusión de la sexualidad que propone el maestro, responde con la fragmentación, su cuerpo se desarma, se quiebra, se divide,  y ya no es una, son al menos dos, como los cines, blanco y negro. Una persiguiendo a la otra.

El delirio se desencadena, y en su torbellino, Nina realizará su acto. Como bien lo dice, es su turno, y frente a la imposibilidad de un corte, un vacío en el todo materno, se re-cortará ella, separada, en la escena, como única.

Y, en la muerte, perfecta.