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martes, 20 de diciembre de 2011

Copia certificada

Copia certificada (Copie conforme, Francia-Italia-Bélgica/2010). Guión y dirección: Abbas Kiarostami. Con Juliette Binoche, William Shimell


Italia, un escritor inglés y una galerista francesa. Ella habla los tres idiomas, con la misma soltura con la que la cámara, el ojo, recorre los paisajes de La Toscana, el lugar donde las parejas se juran amor eterno. Un recorrido, un encuentro y el desencuentro inevitable, entre un hombre y una mujer.


En este film un escritor especialista en arte presenta su libro, que se llama igual que la película, donde formula una hipótesis: “Las copias son valiosas porque muestran al original y, de este modo, certifican su valor”. En un momento de la película relata cómo surge la idea que impulsa el libro: un niño, junto a su madre, mirando fascinado una estatua, una copia del David. La madre le dice que es una copia, que el original estaba dentro de la Academia, pero el niño la miraba como si realmente fuera una original obra de arte. La copia no deja de ser un original en sí misma, y, al mismo tiempo, algo del original conserva.
Este juego entre original y copia, será trasladado por el director a la pareja protagonista del film. Él, el escritor al que hacíamos referencia, ella galerista del lugar, muy interesada, más que en el libro, en el escritor. Juntos recorrerán el lugar, cada uno, ocupando claramente posiciones diferentes: ella intentando seducirlo con sus adornos y su maquillaje, él recordando que su tren parte puntualmente a las nueve de la noche. Ella, mostrando sus dificultades de madre sola, con un hijo púber que, atento al deseo de su madre, interfiere todo el tiempo en el camino que intenta recorrer hacia ese hombre. El, plantado en su lugar de tener el saber, intentando una explicación, que por catedrática, no llega a ser lo que ella espera. Tal como le dice un hombre, unos cuantos años mayor, que con su pareja recorre también el lugar: “ella solo necesita que Ud. ponga su mano sobre su hombro”, mostrándole tal vez, que en el amor, se trata de dar lo que no se tiene.
El giro interesante que plantea el director es que en un momento de la película, llevados suavemente por la trama misma, ya no sabemos cuál es el vínculo que une a esta pareja. Si son dos extraños que juegan a ser un matrimonio, o un matrimonio que juega a ser dos extraños. Ya no sabemos si son originales o copias, lo que si sabemos, es que de una forma u otra, revelan una verdad.
Él y ella, sin saberlo, saben que la relación entre un hombre y una mujer, en términos de puro instinto, no existe. Ese acoplamiento sin palabras se ha perdido, porque hablamos, ya nada es tan fácil.  Existen entonces las copias, los simulacros, los escenarios, las mascaradas,  los trenes que parten a las nueve en punto, para poder suplir el original que, atravesado por las redes del lenguaje, se nos escapa todo el tiempo. Como dice el escritor, en el subtítulo de su libro: tal vez sea “mejor una buena copia que el original”. 
En los intentos de soñar un ideal, mejor entregarse al juego de una construcción posible. Y ellos hacen lo que pueden.