EL ARTISTA
(The Artist, Francia-Bélgica/2011) /Dirección y Guión: Michel Hazanavicius
Hollywood, 1927. George
Valentín es el artista más famoso del cine mudo. Exultante, enamorado de sí
mismo, se lo ve disfrutar de su estrellato, feliz, a tal punto, que no parece
importarle tener a su lado a una mujer que ama más al dinero y a la posición
que le ofrece su marido que a él, ni ayudar a una muchachita que intenta dar
sus primeros pasos como extra en el cine.
Tan feliz está
con su momento, y su carrera, que no parece advertir que un cambio importante
se aproxima: en una escena el director de la cinematográfica lo llama para
mostrarle una filmación donde un cuadro
inicial anuncia “prueba de sonido”, y se ve y se escucha a una actriz
cantando, anticipando así la llegada del cine sonoro. Momento de quiebre para
el protagonista, que muestra angustia más que sorpresa la que será seguida de
risas y actitudes de descreimiento hacia el cambio que se avecina. Angustia que
se plasmará por la noche en un sueño: está en su camarín apoya un vaso sobre la
mesa y este produce un sonido, se sorprende. Luego deja caer otros objetos,
escucha el sonido que provocan, escucha el ladrido de su perro, el teléfono que
suena, pero habla y no puede escuchar su voz. Comienza a desesperarse, habla
frente al espejo y su voz no se escucha, sale corriendo, escucha las risas de
un grupo de bailarinas, ve una hoja que cae y provoca un estruendo. Se
despierta sobresaltado.
A partir de aquí
comienza su caída. El rechazo por el cine sonoro lo lleva a invertir todos sus
recursos en la producción de una película muda que lo tendrá por protagonista.
En la última escena de este film se ve como su personaje es tragado por arenas
movedizas hasta desaparecer. De la misma forma, él es tragado por la modernidad,
por su rechazo al cambio, porque en el intento de sostener el cine mudo, lo
pierde todo.
Esto nos lleva a
poder situar una secuencia en la película, una serie de escenas donde el lugar
de la voz comanda el discurso silencioso. Su posición frente al gran público,
ese que espera de él, es la de hacerse ver con todo su arte, pero no precisamente
la de hacerse oír. Sustraer su voz, no responder a la demanda de la industria
del cine, a través de un supuesto que lo sostiene: “soy un fracasado, nadie
quiere verme hablar”, camino que,
efectivamente, lo lleva a perderlo todo
hasta convertirse en deshecho, resto de un sistema que pide “carne fresca” y
“juguetes” para su diversión. George Valentín, no quiere ser una marioneta, él
es ¡un artista!, pero termina siendo más lo primero que lo segundo, con su
cabeza poblada por las voces, las risas que seguramente supuso escucharía,
cuando el público, escuchara su voz. Su
propia risa cuando presenció la prueba de sonido, las risas de esas mujeres en
el sueño, las mismas risas que escucha cuando, luego de ver el cuadro que
muestra lo que fue, aquel que comprara la mujer que lo aloja para ayudarlo,
huye a la calle sin saber dónde ir. Voces que lo aturden, que intenta callar
con un arma en su garganta.
Para Valentín la
voz orada la imagen, la atraviesa, la desarma. Así, que el público lo VEA
hablar (¿no se trata entonces del sonido?), lo enfrenta con una grieta, con un
agujero que no puede bordear, que lo invita a caer en él, que, como las arenas
movedizas, se lo traga. Hay un velo que cae, y lo deja expuesto como objeto.
Sustraer su voz sería el intento fallido de sostener el semblante construido a
partir de los otros. George sabe cómo atraer la mirada, ejemplo de esto es el
consejo que le da a la incipiente estrella, Peppy Miller: “para ser diferente
tienes que tener algo que las otras no tengan” y dibuja un lunar en su rostro,
que será un rasgo característico de la actriz.
George Valentín
sabe hacer con la mirada, pero ¿Qué pasa con su voz? No solo se trata de las
películas, en su casa, con su mujer, tampoco habla, se expresa como lo hace en
el cine, con morisquetas, pero no pone su voz.
¿Por qué se
empecina en sostener el cine mudo de esa manera? ¿Por qué se sacrifica en ese
intento? ¿Narcisismo? ¿Tozudez? ¿O hay algo más profundo que nos enseña el
protagonista?.
¿A qué silencio no puede enfrentarse George Valentín?
Hay momentos en los que nos enfrentamos a situaciones que nos paralizan sin
poder reaccionar frente a las mismas, sin saber de qué se trata. Son momentos de
quiebre, donde no hay lugar a la palabra, donde el discurso se rompe, surge el
vacío, el silencio. Momento de desubjetivación, dejamos de ser sujetos de un
discurso. No sabemos que provocó en Valentín el encuentro con la voz, pero si
sabemos que él desoyó todas las señales. La angustia, el sueño, algo le estaban
diciendo, pero él prefirió no preguntar ni indagar en lo que le pasaba. Solo
reaccionó y esa reacción lo llevó a perderlo todo.
Podemos ubicar en la película un momento de desubjetivación, cuando es
convocado a ver la prueba de sonido, donde se observa en el protagonista un
inmediato gesto de incertidumbre, descreimiento, que inmediatamente es tapado
por la risa y la negación, rechazo de lo visto, y oído, que anula todo intento
de elaboración. Momento que desata la angustia, angustia que se plasma en un
sueño pero que no hace pregunta, sino que es obturada al enarbolar la bandera
de su mudez.
Será a través del amor de una mujer, de su decisión de amarlo, que logrará
reconstruir su lugar frente a los otros, para mostrarse otra vez en
escena, incluyendo esta vez el sonido, a través
de la danza, con su cuerpo y sus zapatos, inaugurando así la llegada al cine de
los grandes musicales.
De una primera
escena donde un cuadro dice: “¡no hablare! ¡No diré una palabra!” llegamos a la
última donde por única vez se escuchará la voz
del protagonista para finalmente decir: “es un placer”.
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